|
Cartel JJOO 2004 |
|
Cartel JJOO 1986 |
El Domingo 8 de Noviembre se
celebraba el 33 Athens Authentic Marathon que sin ser una carrera
considerada Top por la IAAF si tiene carácter de clásica por todo lo que
significa. El hecho de que salga de Maratón para dirigirse a Atenas, que su
trazado sea el mismo que el que se supone recorrió Filípides 2500 años atrás y
que termine en el imponente estadio Panatinaiko dónde se celebraron en 1898 los
primeros Juegos Olímpicos de era moderna, la hacen especial y absolutamente
imprescindible para los que amamos este deporte.
Antes de empezar con la crónica
del viaje y la carrera, y por si alguien no llega hasta el final, quiero darle
las gracias a mi mujer Yoly y a mi pequeñita Fa por el apoyo que me han dado en
estos meses de preparación y sobre todo por las horas que me han dejado
robarles para poder cumplir con el plan de entrenamiento y llegar en la mejor
forma posible al Maratón después de la lesión. Me lo han puesto todo en bandeja
e incluso me han acompañado alguna vez, Yoly en bici y Fa en su patinete.
Gracias mis dos amores!
El camino hacia esta nueva aventura
no fue nada fácil tras un año complicado en cuanto a lesiones y lleno de
felices cambios en mi vida. La planificación que había preparado el año
anterior (mi temporada va de Septiembre a Julio) incluía alguna media en Enero
y Febrero para luego hacer un parón, operarme de las varices y, una vez
recuperado, continuar con las veloces carreras de 10K en primavera y llegar
bien al Maratón de Praga en Mayo. Después vendría el Maratón de Helsinki en
Agosto y el tercero en discordia sería Atenas.
El primer contratiempo llegó con
la recuperación de la operación de las varices que se alargó más de lo pensado
por lo que apenas pude entrenar en los tres primeros meses, lo que me hizo
descartar el primero de los tres Maratones, el de Praga, a pesar de tenerlo
pagado y empezar a pensar en la preparación del segundo de ellos, Helsinki. En
el mes de Abril empecé a entrenar a conciencia para ponerme en forma e incluso
hice tres carreras con unos tiempos aceptables, lejos de lo que estaba
acostumbrado, pero bastante dignos. Y mientras seguía con la preparación me
entero que me han aceptado para correr en Chicago en Octubre, lo cual anulaba
el plan de Atenas, ya que Chicago es por sorteo y no se podía desaprovechar la
oportunidad.
Así que me planto en el mes de
Mayo con la cabeza en Helsinki y en un tranquilo rodaje por la playa noto un
pinchazo en los isquios. No le doy mucha importancia, vuelvo a casa andando y
descanso unos días después de ir a ver a Manuela, mi fisio, que no me encuentra
nada raro. Con toda la confianza del mundo corro en Cornellá, calentando sin
problemas y en el km 1,5 me vuelve a dar un pinchazo en el mismo sitio. Repito
la operación la semana siguiente y en la Cursa de Sant Joan Despí tengo que
abandonar en el km 8 ya con el isquio muy dolorido.
En vista de que no se curaba,
decido ir a hacerme una resonancia que da negativa a lo cual, mi traumatólogo
me pide una nueva, esta vez de la espalda. Ahí estaba el problema. Se detecta
una hernia discal L4-L5 y un desgaste de disco con pinzamiento que era lo que
me replicaba en el isquio. Ya estábamos en Julio y con todo el mes de Junio en
el dique seco, el segundo Maratón previsto también se esfumaba de mis planes,
así que ya sólo me quedaba empezar a preparar Chicago con muy poco tiempo,
aunque suficiente.
Pero tampoco fue posible, esta
vez porque en el momento en el que empezaba a coger ritmo, el gemelo izquierdo
de estar tanto tiempo de inactividad se cargaba a la que empezaba a sumar
kilómetros. Eso y la mudanza de mi familia a Castelldefels, hizo que hasta la
última semana de Agosto no pudiese empezar a entrenar con algo de constancia.
Y es precisamente ahí dónde
retomo la idea original de correr en Atenas. A Chicago con un mes y medio de
preparación sabía que no llegaría bien y, por lo tanto que, aunque pudiese
acabar la carrera, sería sufriendo y sin disfrutar, lo cual va totalmente en
contra de uno de mis principios en la
vida y la principal razón que me impulsa a salir a correr, que ni más ni menos
que disfrutar al máximo con lo que hago. Pero tenía dos meses y medio para
preparar Atenas, por lo que, si no surgía ningún contratiempo, llegaría
relativamente bien preparado.
Y con este pensamiento en la
cabeza empiezo a entrenar suave para evitar sobrecargar las piernas, pero con
una constancia que no había tenido en los 13 años que llevo corriendo. En
Septiembre batí mi récord de días entrenados 18, y en Octubre repetí la misma
cifra, que incluyó 4 carreras de 10K y la Mitja Marató del Mediterrani que me
sirvió de test final para saber mi estado de forma y a la vez me dio la
confianza que necesitaba para afrontar las tres últimas semanas antes del
Maratón. Con un plan de entrenamiento que lo voy a bautizar como KR 9/12
(entrenos de 9K y 12K) con ritmos variables según sensaciones y suprimiendo
series y fartlek para evitar sobrecargar los músculos y articulaciones. Sólo un
par de tiradas que ni siquiera se pueden considerar largas, una de 23K y la
Mitja del Mediterrani y una media de 50K a la semana durante el mes de Octubre
después de haber llegado hasta ahí desde los 36K iniciales de finales de
Agosto. Vamos, el tipo de preparación de jamás te recomendaría un entrenador
titulado. Era consciente de ello, pero la verdad es que me sentía bien y en las
carreras también rendía por encima de lo esperado.
Después de la obligada bajada de
kilómetros de la semana previa al Maratón y de la propia semana del Maratón, ya
sólo quedaba coger el vuelo, plantarse en Atenas y emular a Filípides en su
hazaña, así que el Viernes, mis dos niñas me llevan al aeropuerto para desearme
toda la suerte del mundo y animarme a conseguir mi duodécima medalla.
El vuelo muy tranquilo, con
escala en Roma y con ciertos signos de que todo iba a salir bien. Yo no soy una
persona supersticiosa, pero a veces uno tiene ese tipo de sensaciones. De
camino a la puerta de embarque en Barcelona me encuentro un billete de 5 euros
en el suelo y en el vuelo de Roma a Atenas me dejan ir en salida de emergencia
a pesar de tener otro asiento. Parecía que como me acercaba a la tierra de los
grandes pensadores, filósofos y astrólogos, las estrellas se alineaban para que
todo saliese bien.
No había estado nunca en Atenas,
así que me informé un poquito en internet antes de llegar. Siempre lo hago y es
una de las partes de los maratones que más me gusta, buscar los hoteles,
vuelos, conocer el tipo de moneda, de enchufes, cómo funciona el transporte
público… Digamos que el Maratón es el plato principal, pero todas estas otras
cosas que lo rodean, forman la salsa que le da ese sabor que tanto nos gusta.
Lo primero que hay que saber antes
incluso de aterrizar, es cómo llegar al hotel. Evidentemente lo más cómodo
puede parecer un taxi, pero no hay que fiarse porque hay ciudades en las que el
tráfico es un caos y, aparte de que es el medio de transporte más caro, al
final puede resultar también ser el más lento. En el caso de Atenas, lo más
recomendable es comprar en la taquilla del Metro o en las maquinas, el billete
‘Visitor Ticket’ que lo hay de 3 y 5 días. Yo cómo iba a estar sólo hasta el
lunes, pues compré el de 3 días por €20.00 que incluye viaje de ida y vuelta al
aeropuerto que por separado vale €14.00, así que realmente merece la pena.
También es importante saber cómo funciona el sistema de metro. En Atenas no hay
tornos por lo que la entrada es libre al igual que en Lisboa y, que yo
recuerde, Los Ángeles hace unos cuantos años. Lo que sí debemos hacer es
validar el billete en unas máquinas amarillas, únicamente una vez. A partir de
ahí contarán las 72 o 120 horas. Vale para todo tipo de transporte en Atenas
excepto el tren, o sea, Metro, bus y tranvía.
El hotel lo había reservado cerca
de la Plaza Omonia, muy cerca de la Plaza Syntagma y de la zona de Monastiraki que es el centro neurálgico de Atenas y dónde se encuentran la mayor parte de
restaurantes y tiendas de souvenirs. Había pensado en reservar otro más cerca
del estadio Panatinaiko dónde estaba situada la meta, pero no me equivoqué
porque la verdad es que estaba todo a mano y en 15 minutos en diferentes
sentidos estaba en la zona de Plaka o en Monastiraki, a los pies de Acrópolis.
No suelo mencionar nombres de hoteles en las crónicas, pero el trato que me
dieron fue exquisito y el hotel, aunque modesto, estaba realmente bien, muy
limpio y económico teniendo en cuenta que todas las ciudades suelen subir
bastante los precios cuando hay eventos como un Maratón o ferias. Así que para
los que quieran opción económica, Hotel Epidavros. Eso sí, llevad el Google
Maps activado para encontrarlo porque está al final de una pequeña rambla metido
en una calle estrecha. Al segundo día ya no hay problema :)
|
Plaza Omonia |
Una vez dejada la maleta en el
hotel, de nuevo al metro a recoger el dorsal en el Olympic Tae-Kwon Do Stadium en la
zona de Farilo. La línea verde del Metro que sale de la Plaza Omonia me dejaba
en la penúltima estación antes de llegar al Pireo, en Farilo, desde dónde,
caminando unos metros, se cogía el tranvía que te dejaba a las puertas del
pabellón. También se podía llegar desde la Plaza Syntagma directamente en tranvía. Esa zona se creó para los Juegos Olímpicos y aparte del citado centro
deportivo se encontraba otro más y el Estadio Georgios Karaiskais, casa del Olympiacos. Llegué casi de
noche, por lo que tampoco la pude disfrutar mucho aunque sí me dio tiempo de
ver una bonita puesta de sol antes de entrar a recoger el dorsal.
En el interior todo estaba
perfectamente organizado. No tuve ningún problema para recoger el dorsal con el
que te regalaban un abono de transporte de 5 días. Aunque el detalle está muy
bien, si la estancia es más corta y ya tienes que comprar el de ida y vuelta al
aeropuerto, más el de llegar hasta el pabellón, pues ya casi te gastas los
€20.00 que vale el abono de 3 días. Si la estancia es más larga, pues entonces
sí que compensa.
|
Recorrido Maratón |
|
Expo Maratón |
Después de un paseo por la feria
en la que no encontré muchas novedades, por no decir ninguna, de nuevo tranvía
y metro de vuelta, esta vez a la zona de Monastiraki para ver el ambiente y
cumplir con uno de mis rituales maratonianos: cena en el Hard Rock. No me
critiquéis todavía, que hay tiempo para todo, incluido conocer la cultura y
cocina griega, pero los rituales pre-maratón los hay que cumplir a rajatabla.
|
Monastiraki |
El sábado previo a un Maratón es
clave. No hay que cansarse demasiado, pero tampoco se debe uno quedar tirado en
el sofá todo el día. Encontrar el equilibrio no es fácil sobre todo cuando
estás en una ciudad que no conoces y que te apetece descubrir. Así que después
de dejarle descansar al cuerpo todo lo que quiso, me puse en marcha para
dirigirme hacia la zona de meta, otra de las cosas que nunca fallan en mis
viajes maratonianos. Conocer los dos últimos kilómetros no es importante, es esencial!
Paseo desde el hotel hasta el estadio Panatinaiko, pasando por la Plaza
Syntagma y el Parlamento. Según me acercaba, ya se empezaba a notar el ambiente
pre-maratón con baños portátiles y todo tipo de indicaciones de recogida de
ropa, vestuarios, etc. En el estadio, la meta ya estaba montada y los operarios
estaban preparando los pasos elevados para los espectadores.
|
Plaza Syntagma |
|
Zona de Meta |
Desde ahí, me dirijo en sentido
contrario al Maratón para recorrer los dos últimos kilómetros y me encuentro
con una agradable sorpresa. El último es un larguísimo descenso que pasa por
delante del Palacio Presidencial y el penúltimo, que discurre por la Av. Leoforos Vasilissis Sofias, pasando por delante del Museo de la Guerra y
del Megaron Athens International Conference Centre, también es en descenso aunque menos pronunciado. Buenas
noticias, porque como le escuché una vez al gran Abel Antón, los Maratones se
deciden en los dos últimos kilómetros. En mi caso no es que vaya a decidir
nada, pero al menos ayudará a no sufrir más de la cuenta antes de cruzar la
línea de meta.
Una vez concluida la exploración
de la zona me voy en busca de pasta o pizza, otra de mis manías del día previo.
La encuentro callejeando cerca de la Plaza Syntagma a la vez que descubro justo
enfrente uno de los restaurantes japoneses más famosos de Atenas, el KOI Sushi Bar, con lo que el lugar
de la cena ya está decidido. La pizza en el Athens Beer, fantástica y el camarero Ioanis
muy amable. Me hizo sentir como en casa. Un 10 y lugar 100% recomendable.
|
Templo de Zeus |
|
Acropolis |
Después de comer me di un paseo
por el Templo de Zeus que me dejó en la ladera de Acrópolis por la que subí
para visitar el Partenón. Error!!! Aunque pude disfrutar de las vistas desde un
mirador rocoso que está al lado de la entrada, descubrí que el acceso al Partenón y al Templo de Atenea Nike abre de 0800-1500. Así que ya sabéis, si
vais a Atenas y queréis visitar Acrópolis, cuidado con el horario. De ahí, bajé
por la parte Oeste para llegar a Monastiraki y regresar al hotel a descansar el
resto de la tarde. A eso de las 2000, después de una ducha, regreso a la Plaza
Syntagma para cumplir ya con el penúltimo de mis rituales, cena en el KOI Sushi Bar, a base de
Sushi, Maki y Sashimi. Carga de hidratos con algo de proteína y que a mí,
personalmente, me sientan bien en el estómago y hacen que duerma plácidamente.
Paseo por la zona para bajar la cena y descubrir un par de restaurantes hindús
que decido mejor dejar para otra ocasión por aquello del picante.
|
Plaza Syntagma y Parlamento Griego |
|
Universidad de Atenas |
Y por fin llega el gran día. A
las 5 de la mañana suena el despertador para levantarme tranquilamente,
desayunar mis magdalenas (otro clásico :) ) y dirigirme una vez más a la Plaza Syntagma de nuevo que era de dónde partían
los autobuses que nos llevarían hasta Maratón. El viaje tranquilo mientras por
la megafonía nos iban dando las instrucciones para cuando llegásemos a la zona
de salida. Lo único malo del viaje es que podíamos intuir cómo sería el trazado
de la carrera y no pintaba nada bien, aunque yo no veía marcas kilométricas por
ningún lado, con lo que tenía la esperanza de que el circuito fuese algo más
benévolo por la otra parte.
|
Autobuses a Zona de salida |
Llegamos un par de horas antes
del comienzo de la carrera, con tiempo suficiente para dejar las bolsas con
nuestra ropa en los camiones de DHL y entrar en la zona de salida situada en
unas vetustas pistas de atletismo, dónde estaban instalados una gran cantidad
de baños portátiles así como puestos de agua. Esa siempre es la peor parte, la
larga espera hasta que se da la salida. Aproveché para estirar muy bien, mucho
más de lo que hago habitualmente, comer una barrita de chocolate y para
terminarme el litro y medio de agua que había empezado en el hotel.
A las 0845 me voy al cajón que se
me había asignado por el tiempo acreditado en el Maratón de Valencia y que ere
el número 3 de los 9 en los que estaba dividida la salida. Y a las 0900 en
punto se dio salida a los corredores de Élite y a los del segundo cajón, y un
minuto después nos tocó el turno a nosotros. Empezaba una nueva aventura y el
intento de conseguir tachar de la lista una nueva ciudad olímpica.
Pero antes de echarnos a correr, se produjo uno de esos momentos que quedan grabados en la memoria. Todos los corredores con el brazo derecho en alto juntando las puntas de los dedos y escuchando un juramento de honor que realmente ponía la piel de gallina. Te imaginabas a aquellos guerreros atenienses preparándose para la gran batalla y para defender su honor y a sus familias. Fue algo realmente emotivo.
La salida no fue del todo limpia
dado que al salir de las instalaciones y llegar a la carretera, nos situábamos
únicamente en dos carriles por lo que era complicado adelantar. Para colmo, y a
pesar de haber meado antes de entrar en el cajón, tuve que pasar a los 400m
para volverlo hacer, con lo que me pasaron unos cuantos corredores que iban más
lentos que yo y que tuve que volver a adelantar. No es un gran problema en un
Maratón porque hay kilómetros y kilómetros para recuperar terreno y tiempo.
Los puntos kilométricos estaban
marcados no sólo con banderolas sino que tenían también unos postes metálicos fijos
durante toda la ruta que supuestamente recorrió Filipides para informar de la
victoria de los Atenienses sobre los Persas. Lo que eché de menos más adelante fueron arcos hinchables en el Medio Maratón y en el km 30, que los suelen poner en todas las carreras. Deslucía un poco, pero tampoco es algo esencial para el transcurso del Maratón.
En esta primera parte del circuito
totalmente plana pasamos por la zona dónde se celebró la famosa batalla de
Maratón y bordeamos el parque dónde se encuentra la llama que honra a los
valientes guerreros atenienses que cayeron en combate defendiendo la península
de Attika.
En el km 5 ya había recuperado el
tiempo perdido en la breve parada y estaba corriendo muy cómodo pasando en 25’32”
a 5’05” el kilómetro, un ritmo que era más o menos el que me había marcado para
aguantar toda la carrera. Y así lo hice otros 5K más, a pesar de que en el km
8, el circuito ya empezaba a avisar de lo que nos íbamos a encontrar más
adelante. Un par de pequeños toboganes que nos dejaban a la entrada del pueblo
de Nea Makri dónde se encontraba el km 10. Hasta ahí todo más o menos bien. Marco
casi el mismo parcial que en los 5 primeros km con sólo 3” de diferencia,
25’35”, pero lo que se veía a lo lejos no me gustaba nada. El circuito se
empezaba a complicar, porque empezaba a haber algún que otro tobogán y las
rectas que había no eran del todo llanas. Para los que corréis por Barcelona,
sería como si hablásemos de la parte baja del Paralel que parece llana pero no
lo es. Aún así, jaleado por la gran cantidad de gente que animaba por cada
pueblo que pasábamos, consigo mantener el ritmo y paso el tercer parcial en
25’57” aunque ahí ya me empezaba a hacer a la idea de que posiblemente no iba a
ser capaz de terminar toda la carrera corriendo. Los toboganes ya no eran
tales, sino largas subidas con empinadas bajadas, de las cuales, la subida y
posterior bajada de los km 16-17 en la zona de Rafina se llevó la palma. Creo que esos dos
kilómetros, junto con el tramo entre el Km 25-28 son los dos puntos críticos de
la carrera. El primero te mina y el segundo te mata, pero por si todavía te
quedan fuerzas, la organización ya se encarga de poner un túnel con una
maravillosa subida en el km 31, justo antes de iniciar los 11K de descenso a
meta.
Pero aún quedaba mucho por remar
para llegar ahí. En el siguiente parcial, del Km 15 al 20, mi ritmo se baja otro poco para marcar 26'15" a pesar de que no
iba demasiado mal e incluso me permitía el lujo de adelantar a corredores en
las subidas, que ya eran una tónica constante y a las que ya me empezaba a
acostumbrar. El medio maratón, situado en el medio de la nada, lo paso en 1h 49m lo cual no está nada mal dada la
dureza del circuito, pero en mi cabeza tenía ese fatídico km 25 que en la
radiografía del circuito la organización describía como la parte más dura. Pues
no me la quería ni imaginar. Y entre pensamiento y pensamiento, llego a ese
punto fatídico con un parcial de 27'25" un minuto más bajo que el anterior. Y el caso es que, quizás debido
a que ya llevábamos 17K de subidas y bajadas y con un desnivel positivo de
200m, la verdad es que no noté especialmente duros esos kilómetros, o al menos
no los noté más duros que los anteriores. 27'23" fue el parcial
del km 30 y ahí es cuando mi cuerpo empieza a relajarse un poco conocedor de que sólo queda
un kilómetro para coronar el punto más alto de la carrera y que a partir de ahí
todo será cuesta abajo y llaneando hasta meta. Además el ritmo no se había desplomado bruscamente sino que fue bajando paulatinamente según caían los kilómetros e iba dejando atrás las cuestas.
|
El duro perfil de la carrera |
Con lo que no contaba era con ese
túnel que había mencionado anteriormente, justo antes del banner del km 31 en la zona de Gerakes. Recuerdo
perfectamente la salida de ese túnel con muchísima gente caminando y yo
subiendo como podía, pero sin dejar de correr en ningún momento. Al llegar
arriba y comenzar el descenso empiezo a vislumbrar la posibilidad de terminar
la carrera sin parar de correr en ningún momento. Pero quedaban todavía 11
largos kilómetros.
Empezamos el descenso y mi cuerpo
se va recuperando un poco del esfuerzo de tantos kilómetros de ascenso. El
parcial del km 35 lo sitúo en 26'33" casi un minuto menos que el anterior y hasta se me pasa por la
cabeza que podría hacer split negativo, es decir, correr la segunda parte de la
carrera más rápida que la primera. Pero no, porque sólo fui capaz de mantener
ese ritmo, pero no mejorarlo debido al cansancio acumulado. Los últimos 7-8 km
ya los recorríamos por las afueras de Atenas y en el km 40 que paso con otro
parcial de 26'35" (premio a la regularidad...),
ya empiezo a reconocer el circuito que había paseado el sábado. A pesar de que
venía ya en el límite, el saber que sólo quedaba un kilómetro para girar a la
izquierda y bajar por aquella empinada calle en dónde está el Palacio
Presidencial, hacía que mis piernas no dejasen de correr y pensasen sólo en
enfilar esa calle que recorrí disfrutando de cada metro, con una sonrisa de
oreja a oreja y sabedor de que me faltaban sólo unos cuantos metros para entrar
en el estadio Panatinaiko y conseguir terminar el Maratón más duro que corrí en
mi vida, sin dejar de correr en ningún momento.
|
Disfrutando de los últimos metros |
La entrada en el estadio fue algo
inolvidable con muchísima gente en las gradas y con esa larga recta de 195
metros al final de la cual se encontraba la meta y que recorrí prácticamente
entera con los brazos en aspa hasta pasar por debajo del arco. He vivido
grandes momentos cruzando líneas de meta, pero este ha sido algo realmente
especial, quizás por el hecho de haber realizado el recorrido original sin
parar en ningún momento al igual que se supone lo hizo Filípides.
|
Hazaña terminada |
Y nada más cruzar la meta veo un
poco más adelante a un corredor polaco, Tomasz Kotarski, detrás del que había ido durante
muchísimos kilómetros y que se pasó media carrera animando a la gente que
estaba en las aceras. Le saludé, nos dimos un abrazo y nos sacamos un selfie
que quedará en el recuerdo. Un poco más adelante, escucho a alguien gritar
Celta! Desde fuera de la pista. Era Rodrigo, un chico sevillano que,
extrañamente, era del Celta y que se había quedado alucinado de ver a alguien
con la camiseta de Mostovoi. Estuve charlando con él y su amigo Miguel un rato para
luego ir a por la ropa y volver al estadio para descansar y ver la llegada del
resto de compañeros. Me tiré casi una hora allí sentado disfrutando de ese
inmenso espectáculo.
|
Recogida ropa |
|
Duodécima medalla mordida |
|
Estadio Panatinaiko |
Después, caminata hasta el hotel,
ducha y comida en un bar cercano, para luego sentarme el resto de la tarde en
un café a contestar la tonelada de mensajes que tenía en el Facebook. Y una vez
recuperado un poquito, decidí dirigirme una vez más hasta el centro para cenar.
Callejeando, encontré una pequeña plaza en la zona de Monastiraki con varios
locales con terraza y la música en directo de uno de ellos hizo que entrase
para no marchar de Atenas sin comer algo típico. El local se llamaba H ΩΡΑΙΑ ΠΕΝΤΕΛΗ y tenía tres
pequeñas plantas. Allí disfruté de un delicioso plato que era como los pinchos
morunos, y de típica música griega.
|
Zona Monastiraki |
|
Acrópolis por la noche |
El lunes tocaba regresar, pero no
lo iba a hacer sin haber subido antes a ver el Partenón, así que me levanté a
las 0700 de la mañana y a las 0830 ya estaba dentro. Las vistas, espectaculares
y las ruinas, impresionantes. Os recomiendo ir a primera hora, porque a eso de
las 1030 cuando me marchaba, había una cantidad impresionante de grupos
organizados de diferentes excursiones y cruceros. Difícil sacar fotos si que te
salga gente por todos lados.
|
Teatro Dionisio |
|
Partenón |
|
Atenas desde Acrópolis |
|
Partenón |
Había leído también que merecía
la pena visitar la colina Lycabetus, así que después de bajar de Acrópolis, dar un largo paseo y llegar a la Plaza
Syntagma, no os podéis ni imaginar el pedazo de subida que me tuve que meter
para llegar hasta la pequeña capilla que corona la colina y desde la que hay
unas increíbles vistas de absolutamente toda la ciudad de Atenas y,
especialmente, de Acrópolis. Para los que no sean tan kamikazes como yo, se
pude usar el funicular, si es que encontráis el punto de partida, porque yo no
lo hice.
|
Atenas desde Lycabetus |
|
Atenas conquistada :) |
Y con este último paseo se
terminó un maravilloso viaje a una ciudad que, en primera instancia me dejó un
poco indiferente, pero con el paso de los días y al recorrerla a pie, me acabó
dejando maravillado. Mucho ambiente, mucha historia y un Maratón para recordar.
Para los que habéis llegado hasta
aquí sin sucumbir a los encantos de Morfeo, os diré que a pesar de la dureza de
este Maratón, realmente merece la pena correrlo, por el ambiente que se
respira, la pasión que le ponen todos los habitantes de los pueblos por los que
discurre el trazado del Maratón y sobre todo por la oportunidad de poder conocer la que en
su día fue la cuna de la civilización moderna.
Antes de terminar, quiero darle
las gracias de nuevo a mi mujer Yoly y a mi pequeñita Fa por estar siempre ahí
apoyando y también daros las gracias a todos vosotros que leéis estas crónicas
que ya forman parte desde hace mucho tiempo de mi forma de vivir la vida,
corriendo, viajando y sobre todo disfrutando. Especial mención a todos los seguidores de la web www.am14.net en la que colabora mi amigo Oscar Cusidó y que siempre leen con cariño mis crónicas maratonianas. Espero que todos hayáis disfrutado de esta nueva aventura. La próxima en Febrero desde Los Angeles!!!
|
Estadísticas generales |
|
Parciales |
NO RETREAT NO SURRENDER
Comentarios
Publicar un comentario
Déjame tu comentario y te contestaré cuanto antes. Muchas gracias por leer mi blog.